Primeros hombres en la luna, Los by Wells H. G

Primeros hombres en la luna, Los by Wells H. G

autor:Wells H. G. [Wells H. G.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: ciencia ficción, Spanish
editor: Unknown
publicado: 2008-08-30T12:05:13+00:00


XVI

PUNTOS DE VISTA

La luz ganaba en fuerza a medida que avanzábamos. Al poco rato era ya casi tan intensa como la fosforescencia de las piernas de Cavor. Nuestro túnel se ensanchaba, se convertía en una caverna, y la nueva luz estaba en el extremo más lejano de ésta. De repente observé algo que hizo palpitar mis crecientes esperanzas.—¡Cavor! —exclamé— ¡Viene de arriba! ¡Estoy seguro de que viene de arriba!

Cavor no me contestó, pero apresuró el paso.

Indiscutiblemente, aquella era una luz gris, una luz plateada. Un momento después, estábamos debajo de ella. Se filtraba de arriba por una grieta en las paredes de la caverna, y al levantar yo la cabeza para mirarla ¡drip! una gruesa gota de agua me cayó en la cara.

Di un salto, y me puse a un lado; ¡drip! otra gota cayó con ruido bastante perceptible en la roca del suelo.

—¡Cavor! —dije—: ¡si uno de nosotros alza al otro, éste podrá alcanzar esa grieta!

—Yo voy a levantarlo a usted —me dijo, e incontinenti me izó como si levantara a un bebé.

Metí un brazo por la grieta, y exactamente en la parte adonde llegaban las puntas de mis dedos encontré una pequeña rajadura en la que podía agarrarme. Vi entonces que la blanca luz era mucho más brillante. Me suspendí con dos dedos, casi sin esfuerzo, a pesar de que en la tierra peso 168 libras, llegué a un punto saliente de las rocas aun más alto, y así entonces, metí los pies en la rajadura donde había tenido primero las manos. Me estiré hacia arriba y con los dedos escudriñé las rocas. La abertura iba ensanchándose a medida que subía.

—Es fácil de trepar —dije a Cavor—. ¿Podrá usted saltar hasta mi mano si alargo el brazo para abajo?

Me afirmé en los dos lados de aquel cañón, apoyé una rodilla y un pie en la rajadura, y extendí un brazo. No podía ver a Cavor, pero podía oír el rumor de sus movimientos al encogerse para saltar. Después ¡zas! se colgó de mi brazo... ¡y no pesaba más que un gato! Lo tiré hacia arriba hasta que tuvo una mano en la rajadura y pudo soltarme.

—¡Vaya! —exclamé— ¡Cualquiera podría ser alpinista en la luna!

Y más animosamente que antes, seguí trepando. Durante algunos minutos me arrastré cañón arriba, sin descanso y después volví a mirar a lo alto. El cañón se abría gradualmente, y la luz iba haciéndose más viva. Pero...

¡Después de tanto esperarla, aquélla no era la luz del día! Al cabo de un momento, vi lo que, era, y al verlo, poco, faltó para que el desencanto me hiciera golpear la cabeza contra las rocas, pues lo que tenía ante mí era sencillamente un espacio abierto, irregularmente inclinado, y por todo cuyo suelo ascendente se extendía un bosque de pequeños hongos, en forma de botellas, todos brillando con aquella luz entre plateada y rosada. Por un momento contemplé su suave lustre, y después me puse a saltar de un lado y otro entre ellos. Arranqué una media



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.